A veces parece que tenemos que estar bien todo el tiempo. Que mostrar entusiasmo, gratitud o alegría es lo correcto… incluso cuando por dentro estamos agotados. Se ha puesto de moda la idea de pensar en positivo, de ver siempre el vaso medio lleno, y aunque eso puede ayudarnos, también puede convertirse en una nueva forma de presión. Como si sentirnos mal no estuviera permitido.
Muchas personas sienten que si hoy no están bien, están fallando. Como si mostrar cansancio, tristeza o enfado fuera algo que hay que corregir rápidamente. Y eso añade aún más peso al día a día. Porque además de lo que sentimos, ahora debemos aparentar que estamos “bien” y “agradecidos”. En lugar de conectar con lo que nos pasa, corremos a disimularlo con frases bonitas, por miedo a parecer débiles o “negativos”.
La positividad forzada puede alejarnos de la autenticidad. Sentir todo lo que sentimos —sin juicio— también es parte del equilibrio emocional. Estar tristes, frustrados o perdidos no nos convierte en personas negativas; nos convierte en personas reales. Ser conscientes de cómo estamos, aceptar nuestros ritmos y reconocer nuestras emociones también es una forma sana de cuidarnos.
Por eso, hoy quiero preguntarte algo:
¿Te consideras una persona positiva o negativa?
Y si sientes que no encajas del todo en ninguna… quizá estés simplemente siendo tú. Alguien que siente muchas cosas distintas, y que también se permite estar como está. Sin máscaras, sin exigencias extra. Solo siendo.
